Chiapas, México
Diciembre, 2012.
Municipio Autónomo Zapatista Comandanta Ramona.
400X200 cmts
Municipio Autónomo Zapatista Comandanta Ramona.
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La Lucha es por la dignidad
Platica en la colonia Maxel, Querétaro, 6 de marzo de 2006
Platica en la colonia Maxel, Querétaro, 6 de marzo de 2006
…Nosotros llegamos a la montaña, no piensen que llegamos y ahí está toda la gente. Nosotros llegamos escondidos, somos seis, seis compañeros, cinco hombres y una mujer. Tres son mestizos y tres son indígenas. Y cuando vamos en metiéndonos a la montaña, mero adentro –porque no era en las comunidades, sino donde no hay nadie más que animales-, pues nosotros estamos pensando que todo el México se va a alzar en armas, y que nada más le tenemos que decir que es lo que tiene que hacer, y que nos va a obedecer y vamos a tumbar el gobierno. Pero, primero, pues tenemos que aprender a pelear.
Entonces nos metimos a la montaña y ahí estamos aprendiendo. Y no hay quién nos apoya, nadie. No llegaba pan –como el que nos regalaron ahorita-, no llegaba tortilla, no llegaba café, no llegaba pinole, nada, no llegaba nada. Lo que comíamos era lo que cazábamos. Y si llevábamos desde la ciudad frijol, arroz, pues eso cocinábamos. Pero en veces no conseguimos nada de cacería, más que culebra, comemos culebra. Y a veces comemos tlacoache. A veces encontramos al animal ya muerto, echado a perder, y ahí está el zopilote, pues le damos el tiro al zopilote y nos comemos el zopilote. Tarda un chingo pues –no sé si han comido zopilote- va a estar dos, tres días en la olla, con el fuego, no se cruece. Cómo que estás comiendo la suela de la bota y no baja, pero como quiera no hay otra cosa.
Y ahí estamos nosotros esperando a ver que va a pasar y estamos aprendiendo a usar las armas y a caminar por el monte. Tranquilos, porque nada más hay changos y nosotros, no había otra cosa ahí. Y los primeros compañeros empiezan a bajar a las comunidades, a explicar que hay que luchar. Y entonces, empiezan a decir los primeros:
-No pues el gobierno es muy poderoso, nunca lo vamos a poder derrotar.
Y así empieza uno. Encontrarnos a uno que tiene buen corazón, que era el Viejo Antonio. Y entonces, nos lo topamos a él y le empezamos a decir:
-Pues nosotros queremos cambiar aquí, que la injusticia y todo eso.
Y empezamos a decir nuestra palabra. Y él nos para y nos dice:
-Pérate, para tu carro porque no se entiende tu palabra. Es muy dura. No se puede comer en la cabeza pues de nosotros, tienes que cambiarlo. Y además todo eso que estás diciendo no lo va a entender la gente. Porque nuestra lucha es por…
Y busca la palabra u no la encuentra. Entonces me dice:
-Préstame un diccionario, donde están tus palabras de español.
Y tarda, varios días, dice:
-Ahí vienes otra vuelta.
Y ya cuando regresó otra vez me dice:
-Ya encontré la palabra que es por qué es nuestra lucha como pueblos indios aquí donde vivimos. Y la palabra es “DIGNIDAD”. Y la palabra es eso que es lo queremos es “respeto”, porque no nos respetan como indígenas –que éramos los guerrilla, pero éramos un puñado, no éramos muchos-, si ustedes entienden que la lucha de los pueblos indios es por dignidad, vas a ver que mucha gente le va a entrar a la lucha.
Y sí, eso fue lo que empezamos a hacer: a explicar que nuestra lucha era por la dignidad, porque todo lo que teníamos pues de miseria, de hambre, de que no teníamos tierra, ni buenos precios para los productos, ni vivienda, no hospitales, ni escuela, nada, todo lo que teníamos, no lo teníamos, porque no nos respetaban como pueblos indios. Y entonces fue así como empezaron a entrar más compañeros y más compañeras, hasta que llegamos a ser miles, y luego ya pasó lo que pasó. Que no lo voy a repetir.
Entonces nos metimos a la montaña y ahí estamos aprendiendo. Y no hay quién nos apoya, nadie. No llegaba pan –como el que nos regalaron ahorita-, no llegaba tortilla, no llegaba café, no llegaba pinole, nada, no llegaba nada. Lo que comíamos era lo que cazábamos. Y si llevábamos desde la ciudad frijol, arroz, pues eso cocinábamos. Pero en veces no conseguimos nada de cacería, más que culebra, comemos culebra. Y a veces comemos tlacoache. A veces encontramos al animal ya muerto, echado a perder, y ahí está el zopilote, pues le damos el tiro al zopilote y nos comemos el zopilote. Tarda un chingo pues –no sé si han comido zopilote- va a estar dos, tres días en la olla, con el fuego, no se cruece. Cómo que estás comiendo la suela de la bota y no baja, pero como quiera no hay otra cosa.
Y ahí estamos nosotros esperando a ver que va a pasar y estamos aprendiendo a usar las armas y a caminar por el monte. Tranquilos, porque nada más hay changos y nosotros, no había otra cosa ahí. Y los primeros compañeros empiezan a bajar a las comunidades, a explicar que hay que luchar. Y entonces, empiezan a decir los primeros:
-No pues el gobierno es muy poderoso, nunca lo vamos a poder derrotar.
Y así empieza uno. Encontrarnos a uno que tiene buen corazón, que era el Viejo Antonio. Y entonces, nos lo topamos a él y le empezamos a decir:
-Pues nosotros queremos cambiar aquí, que la injusticia y todo eso.
Y empezamos a decir nuestra palabra. Y él nos para y nos dice:
-Pérate, para tu carro porque no se entiende tu palabra. Es muy dura. No se puede comer en la cabeza pues de nosotros, tienes que cambiarlo. Y además todo eso que estás diciendo no lo va a entender la gente. Porque nuestra lucha es por…
Y busca la palabra u no la encuentra. Entonces me dice:
-Préstame un diccionario, donde están tus palabras de español.
Y tarda, varios días, dice:
-Ahí vienes otra vuelta.
Y ya cuando regresó otra vez me dice:
-Ya encontré la palabra que es por qué es nuestra lucha como pueblos indios aquí donde vivimos. Y la palabra es “DIGNIDAD”. Y la palabra es eso que es lo queremos es “respeto”, porque no nos respetan como indígenas –que éramos los guerrilla, pero éramos un puñado, no éramos muchos-, si ustedes entienden que la lucha de los pueblos indios es por dignidad, vas a ver que mucha gente le va a entrar a la lucha.
Y sí, eso fue lo que empezamos a hacer: a explicar que nuestra lucha era por la dignidad, porque todo lo que teníamos pues de miseria, de hambre, de que no teníamos tierra, ni buenos precios para los productos, ni vivienda, no hospitales, ni escuela, nada, todo lo que teníamos, no lo teníamos, porque no nos respetaban como pueblos indios. Y entonces fue así como empezaron a entrar más compañeros y más compañeras, hasta que llegamos a ser miles, y luego ya pasó lo que pasó. Que no lo voy a repetir.
En: Relatos del Viejo Antonio. Textos del Subcomandante Insurgente Marcos. Editorial Rebeldía.
Imagen por Pequeña Niebla